Agencia La Oreja Que Piensa. Argentina 2011(Por Juan Chaneton)
Si el futuro de un país puede vislumbrarse por la calidad de su debate político; y si este debate, en la Argentina de hoy, tuviera su cúspide en la módica reyerta que protagonizaron los “intelectuales” de 6,7,8 con la señora Sarlo, bien sería cierto, entonces, que no nos aguarda, como sociedad, un porvenir envidiable.
Afortunadamente, empero, la premisa que inicia el párrafo anterior es sólo eso, una premisa hipotética que, por lo demás, resulta falsa, meramente retórica y con un halo a sofisma que la invalida per se.
En la calidad del debate político no va la suerte de un país. Por lo menos no va la suerte de sus obreros, pobres y desocupados, cuyo presente y futuro se escribe en clave de lucha, con el sabor del sufrimiento y, frecuentemente, con el color de la sangre.En efecto, el futuro de un país no se juega en los parloteos insustanciales de actores que, al parecer, no han tomado conciencia del drama que vive la Argentina por el solo hecho de estar-en-el-mundo con su pesado pasado posado en sus hombros, y que lucen satisfechos y orgullosos de sí mismos ejercitando la frívola gimnasia de “polemizar” “democráticamente”, con “pluralismo” y “tolerancia”, rindiendo su merecido culto a “la libertad de expresión”, todo ello en el marco del “debido respeto a la opinión ajena”, aun cuando en el lugar de la opinión ajena, en este caso, se hallaba apoltronada una señora que, inequívocamente y debido a un malentendido liminar, ha pasado a ser considerada, en el modesto mundillo del pensamiento local, una intelectual de fuste, sin que haya demasiadas razones para suponerlo y sin que los “comunicadores” que la pusieron contra el paredón (craso error escenográfico) atinaran, ni por un instante, a señalar con el dedo y a amplificar con el megáfono el déficit más evidente que esta Susan Sontag del subdesarrollo exhibe en sus indoctas y vocingleras intervenciones orales y en la vulgata ideológica que disemina con esmero en su escritura devenida mercancía, a saber, la confusión conceptual en que se debate a la hora de no estar de acuerdo con un modelo que no le gusta por razones inconfesables pero al que no sabe detectarle insuficiencias sustantivas, que las tiene.
Por todo ello, la señora Sarlo, en ese programa de TV, encima que les aceptó las reglas de juego propuestas “ab initio” (consistentes en opinar sobre un popurrí informativo acerca de la situación española), también dejó flotando una cierta sensación de que, efectivamente, las coberturas de 6,7,8 constituyen un “picadillo” adobado al gusto de “La Cámpora” y, encima, sin fuente ni fecha, lo cual tornaría superficial y mentiroso todo el contenido que ese programa nos viene ofreciendo desde que Gvirtz lo pergeñó, lo cual no es cierto pero tiende a parecerlo si la refutación a Sarlo no da en el clavo y el clavo debería haber radicado en que el poder y las clases que lo detentaban durante el “plan primavera” de Sourrouille, sostenido en usinas de ideas sin sujeto como el “club de cultura socialista”, no ha cambiado de manos todavía, ya que la clase obrera y sus aliados pobres de la ciudad y el campo no se han hecho con el poder del Estado pero hacia ese norte apuntamos nuestra brújula, ya que los ’90 fueron años de destrucción del “sujeto histórico” y los 2003 en adelante lo fueron de re-puesta en escena de ese sujeto colectivo y de desmentido rotundo al “fin de la historia” (Fukuyama) y al “fin del trabajo” (Jeremy Rifkin).
Pero, claro, si el horizonte de los intelectuales nac and pop no va más allá de mejorar el capitalismo al “fifty-fifty” no hay con qué sepultar a Sarlo ni a nadie. Si el poder político ejecutaba el programa de los bancos y el de las empresas concentradas y el de la Sociedad Rural y, a partir de ahora, señora Sarlo, marchamos hacia un modelo de gestión que prepara el camino para que el Estado pase, en el futuro, a expresar los intereses de aquellos que son robados todos los días por los bancos, por la empresas y por los terratenientes (y entre estas víctimas está también, y en primer lugar, la clase media, aunque no lo sepa o aunque no se dé cuenta), es decir, si marchamos hacia una Argentina no capitalista, entonces (y esto vale para Sarlo como para cualquier otro “intelectual” de su condición) la definición hay que asumirla frente a este dilema: socialismo o capitalismo para la Argentina.
La dificultad reside en que, en este punto, no parece haber divergencias sustantivas entre los intelectuales K y la señora Sarlo.
Todos quieren permanecer dentro del capitalismo como sistema ya no sólo político, económico y social sino, asimismo, cultural. Los K, por lo menos, saben cómo mejorarlo. Sarlo no sabe lo que quiere. Y hubiera resultado tan fácil ponerla en apuros en este punto…
No es serio argumentar que los flashes “no tendrán fecha ni fuente pero están hechos con buena leche” (Russo).
Así, la discusión queda encajada donde la quiere encajar Sarlo. No están en tela de juicio nuestras mejores intenciones sino en qué manos reposarán, en el futuro, la riqueza social, la judicatura y las fuerzas armadas y de seguridad.
¿Tiene este modelo vocación para ir hacia una sustantiva transferencia de ese poder? En el marco de la ideología “populista” (Laclau), ¿Qué debería proponerse el sujeto pueblo? ¿El fifty-fifty? Si es así, el retorno del neoliberalismo es sólo cuestión de tiempo, sobre todo en un marco regional en el que los procesos explícitamente antisistémicos empiezan a ingresar, de modo paulatino, en la agenda de prioridades de los EE.UU. y con un escenario internacional donde Obama ha sustituido la hipocresía por el cinismo al anunciar que el Pentágono violará “todas las soberanías que nos resulte necesario y funcional a nuestra seguridad”.
Estos no fueron los temas del programa de TV al que, con frivolidad, se presentó como “la pelea del año” y todos autocomplacientes con lo que están haciendo, Narciso colmado, cuán bello soy, agua del estanque, gracias por mostrarme, a mí mismo, mi propio, hermoso rostro…!
Son los periodistas del momento y los intelectuales de la Argentina, el “tout logos”, el lugar al que, hoy por hoy, hay que pertenecer, somos espléndidos y maravillosos, no es fascinante…? Eso es frivolidad, che. Los viejos de Cabandié se cagaban a tiros con el enemigo y hoy estarían lejos de la egolatría. Seguirían dando vueltas, obsesivamente, alrededor de un tema: cómo hacerse del poder en este país. Y no los mataron por sus errores. Los mataron por sus aciertos.
El capítulo referido a los “medios” desvinculado de la concepción gramsciana sobre la “conquista del poder” es una mera toma de partido en una cuestión de negocios. La norma contenida en el artículo 161 de la ley 26.522 no agota su importancia en el hecho de que le arruina sus proyectos mercantiles a Magnetto.
Esa ley tiene una trascendencia histórica que no sabemos si es apreciada en toda su dimensión por sus propios arquitectos e inspiradores a los cuales, desde ya, los que no nos sentimos cómodos dentro de la cultura del lucro y el capital, estamos inmensamente agradecidos.
Por eso fue pobre lo de Mariotto. Lo único que dijo fue “viva Perón” todo el tiempo. A lo que parece, el propio Perón quería a su lado gente menos fervorosa pero más inteligente. Monopolio o democracia, decía Mariotto. Y quedarse ahí es un error. O una limitación ideológica. O una insuficiencia política.
No decir para qué queremos democracia informativa es lo mismo que no decir para qué queremos el socialismo. Ni aquélla ni éste son fines en sí mismos. Son herramientas que deberían permitir acceder a un fin. Y en una polémica armada para “desarmar” a alguien, es imperativo sacar a ese alguien del terreno donde se siente cómodo y llevarlo allí donde tropezará, a cada instante, con sus propias contradicciones.
Insistía Mariotto, una y otra vez, en esto: que todos puedan decir lo que quieran. Que lo puedan decir tanto Clarín y La Nación como el último enclave cooperativo que gerencia una radio en pleno conurbano pobre de Buenos Aires. Pero el punto es que Clarín y La Nación van a decir que quieren monopolio y lo van a fundamentar como ya lo vienen haciendo.
Democracia informativa para que Clarín y La Nación digan que Papel Prensa es de ellos y de nadie más; para que digan que a Chávez, a Evo y a Correa hay que derrocarlos cuanto antes (hay variadas formas de decir esto); y para que se erijan, todos los días, en caja de resonancia y de justificación de cuantos crímenes perpetran los EE.UU. en el mundo, es lo mismo que subutilizar el arma de la comunicación en una guerra en la que “ellos” no han tenido escrúpulos.
Si se los está acusando de torturar para robar empresas y de apropiarse de hijos de desaparecidos no parecería sensato que “nosotros” fuéramos permisivos con ellos a la hora de librar la lucha de ideas.
Fracasaron en su propósito, si es que lo tuvieron, de hablar con la señora Sarlo de lo relevante y del fondo de las cosas, esto es del poder. Eludió Sarlo el tema con el que pretendían embretarla y cuya síntesis era: ocurre en España lo que ocurría acá en 2001. Este modelo nos sacó del horno. España requiere de un modelo parecido.
Esto es relevante, pero nadie pudo hacerla hablar del tema. Esto es relevante a tal punto que hasta Dominique Strauss Kahn dijo que la estabilidad requiere, como condición, la igualdad y que ese vínculo entre una y otra “está en el corazón del FMI y hay que llevarlo al corazón de la agenda política”.
Así le fue, pero queda a cielo abierto la verdad de que ese punto es uno de los puntos trascendentes del programa social y político que hay que desarrollar y que la Argentina lo viene haciendo bien con la conducción de los Kirchner. Sarlo zafó de ahí y encima les ninguneó la estructura del programa al que tildó, explícitamente, de montaje sesgado.
En fin. Cabito no hizo chistes; Barone poco y nada igual que Veiras; Barragán sabrá ahora que entrar a cada programa dando vivas estentóreos al general no sirve de mucho; la formación teórica es otra cosa; es menos emoción que razón; Galende “correcto en su rol” y con pie de plomo.
Es poco. Sobre todo cuando los “pesos pesado” que llevó el equipo K defeccionaron. Mariotto en los términos antedichos y Forster en la medida en que lo suyo no fue respeto hacia un invitado sino temor reverencial, por decirlo apelando al eufemismo, que un cófrade de la corporación académica rinde a quien parece considerar, de antemano, su superior intelectual. Equivocado Forster si supone esto. Se subestima.
En cuanto a Russo, nunca le cupo mejor que en ese aciago programa el anónimo recuperado para la memoria popular por Juan León Mera en sus Cantares del pueblo ecuatoriano: Tu madre fue la inconstancia // El orgullo fue tu padre // Es tu hermana la arrogancia // : ¿Habrá novio que te cuadre? (La cita que antecede me fue revelada por Eugenio Raúl Zaffaroni en esa joyita de su autoría titulada “Criminología. Aproximación desde un margen”, de donde la acabo de tomar).
Empataron, muchachos. Pero el otro equipo jugaba sin arquero. Eran seis contra uno. Es, casi, como perder. Y perdieron por exceso de autoenamoramiento.
Y porque no entienden, todavía, lo siguiente. América latina y el mundo se enfrentan a una opción existencial: civilización o barbarie. La fórmula metaforiza, hoy, el dilema a que se enfrentan los pueblos del mundo.
El capitalismo no puede humanizarse. En su base hay un acto de latrocinio, un crimen de lesa humanidad: el capital es trabajo no pagado. Es robo. Ese es el crimen. Este dato fundacional sobredetermina las mejores intenciones. Las condiciona. Impide su realización. Es obstáculo insalvable para que alcancen su para-sí. Una de estas buenas intenciones es la que, al parecer, está en la base de los argumentos peronistas de pelaje vario: estar en el medio; en la “tercera posición”. Oh, tarea de rey…! Oh imposible…! (Costázar dixit).
El peronismo, en su fase kirchnerista, ha hecho lo mejor que tuvo la clase trabajadora en toda su historia: le propuso otra cultura. El kirchnerismo reivindicó, sin hacer distinciones, a los compañeros que lucharon contra las dictaduras, desde los bombardeos a los escolares en la Plaza de Mayo hasta el último terrorismo de Estado inclusive.
Cristina miró hacia el cielo, en un discurso, y gestualizó una reverencia rendida a un imaginario Che Guevara al tiempo que sus labios articulaban el fonema preciso y la cadencia perfecta para formar la palabra: chapó. Este gobierno reivindica al Che Guevara desde el lugar más alto de la pirámide institucional. Es mucho. Es importante. Incide en la conciencia de masas secularmente engañadas y desviadas del clasismo como objeto y método de sus luchas.
Pero hay que seguir en esa línea. Profundizar el modelo es, antes que nada, afirmarse en la decisión de construir sentido en el marco de la opción capitalismo o socialismo. Es la única salida, no sólo para la Argentina. Lisa y llanamente, también para la humanidad.
Esto implica entender que nociones abstractas, concebidas y propuestas como valores que la ciencia política y el derecho han adquirido para todos y para siempre, no sólo no son valores sino que constituyen el corazón de un régimen político-jurídico cuya función no es generalizar la igualdad sino reforzar el sometimiento.
Nos referimos, acá, a conceptuaciones tales como división de poderes, fragmentación de la opinión en múltiples partidos, igual fragmentación de la representación sindical, elecciones periódicas donde se ponen en entredicho cuestiones que jamás deberían ser materia de discusión como, por
ejemplo, la posibilidad de apropiación privada de los recursos naturales del país, incluida su producción agrícola y su riqueza pecuaria.
Si sacralizamos “El espíritu de las leyes”, el “Contrato social” o el “Ensayo sobre la tolerancia” estamos jugando en la jaula que armó el enemigo. A Sarlo hay que correrla con La ideología alemana, no con La razón de mi vida.
Perón no admitió sino una sola y única CGT y, en cuanto a los partidos obreros, también obligó a la disolución del Partido Laborista y a su subsunción en el Partido Único Justicialista. Son las formas adecuadas para luchar contra enemigos de clase que siempre aconsejan, en nombre de “la democracia”, que haya muchos partidos y muchos sindicatos pero que jamás fragmentan su poder económico, su propiedad sobre el capital financiero, industrial, comercial, de servicios y sobre la tierra y sus recursos y riqueza.
En el caso de Perón que citamos, las adecuadas eran las formas, no el fondo. Pero esa es otra discusión. Lo que queda como enseñanza de la historia es lo que Perón comprendió mejor que nadie: para imponer una política en la que se juega el tipo de sociedad en el que vamos a vivir resulta imprescindible la unidad, el mando único, lejos, ambos, de la fragmentación.
Si polemizamos aceptando implícitamente que aquella división del poder político y sindical es la mejor forma de organización social, hemos perdido de antemano. Porque si queremos avanzar en un proceso de transformación social siempre chocaremos con las leyes y con la constitución, ya que éstas son “superestructura” que hunde sus raíces en la producción capitalista y que reactúa sobre ésta y sobre la conciencia de los pueblos reforzando su creencia en “valores” que, en realidad, son antivalores, completamente inservibles tanto para organizar una lucha anticapitalista consciente como ineficaces para construir poder popular.
Los compañeros de 6,7,8 pisan el palito del diversionismo ideológico. Se creeen que democracia es lo que sus enemigos dicen que es la democracia. Y se largan a polemizar con la señora Sarlo -o con quien fuere- desde un piso enjabonado en el que patinan enseguida. Porque, en efecto, ¿qué modelo, por más nacional y popular que sea, puede triunfar sin expropiarle la voz al enemigo?
¿A qué transformación podemos aspirar sin confiscar (este verbo no es neutral) a los voceros del terrorismo de Estado? ¿Qué no estarán dispuestos a hacer para impedir el avance del modelo nacional y popular si ayer estuvieron dispuestos a enseñarles a los militares -como Del Carril a Lavalle- lo que había que hacer con el enemigo de clase?
Ya pasó esto en la historia de las luchas populares latinoamericanas. Entre 1970 y 1973 la televisión chilena emitía un programa político que, después de la cena, juntaba a los mejor formados dirigentes de la UP (Unidad Popular) tales como, Altamirano (PS), el “pibe” Palma (Partido Radical), ministro de Educación de Allende; Luis Corvalán (PC), Garretón y Gazmuri (Movimiento de Acción Popular Unitaria, MAPU) y algunos otros que se escapan, hoy, de la memoria. Competían en la lucha ideológica con los “mejores” de la derecha golpista, en particular, con Jaime Guzmán, quien luego fue asesor de Pinochet.
El nivel de este último no era menor y siempre salía ganancioso en las disputas retóricas. Su habilidad: demostrar que la UP violaba las leyes, razón por la cual no podía acusar a nadie de golpista.
Si ustedes violan la Constitución de Chile, por qué reclaman que esa Constitución se respete en el punto que dice que el presidente dura seis años, tal el argumento de la derecha.
Allí hay dos maneras de pararse: O se intenta demostrar la cuadratura del círculo, esto es, que se quiere hacer la revolución socialista pero dentro de la ley y de una Constitución que rechazan el socialismo; o se blanquea el proyecto (como planteaba el MIR) y se dice: Sí, en efecto, violamos una Constitución que favorece al diez por ciento de la población y perjudica al restante 90 % y en ello radica, precisamente, nuestra virtud y vocación revolucionaria. Las cosas terminaron mal en Chile.
Por último. Sarlo piensa lo que piensa por limitaciones de orden ideológico, por los valores que profesa, por sus códigos de clase que se le filtran como acto reflejo, porque es una persona que sintetiza muy bien, en su vacilación y confusiones, los prejuicios que la incitan a despreciar ciertas políticas pero, por temor a la censura “progresista”, no se anima a explicitar, como sí se animó a hacer Jorge Asís.
Típico medio pelo. Quiere pararse a la izquierda del kirchnerismo lo cual, si ya le resulta difícil a Fernando Solanas Pacheco, mucho más complicado lo será para alguien que cultiva la docencia y no la política militante, ya que en este ámbito lo que el intelecto no da se puede obtener mediante la teatralidad, el gesto, la pose y la parada, aunque sea pura parada, recursos a los que la señora Sarlo no puede apelar por la dignidad de su oficio, tan lejos de la corrupta política.
Y colorín colorado, haberse dispuesto a fusilar a Sarlo es el equivalente simétrico de la presentación judicial para proscribir a Macri. Suma cero. Suma para Macri y Sarlo. Cero para el proyecto.