Agencia La Oreja Que Piensa.
Ryszard Kapuscinski se ha convertido en maestro para muchos periodistas del planeta. Su profesión de reportero lo ha llevado a recorrer el mundo y fue un testigo privilegiado de la segunda mitad del siglo XX. Ejerció la profesión por más de 50 años, destacándose sus coberturas de golpes de estado y revoluciones en America Latina, Asia y África.
Fue colaborador de la revista Time y de los diarios The New York Times (Estados Unidos) y La Jornada (México), y escribió una veintena de libros que fueron traducidos a casi 30 idiomas. En 2003 recibió el premio Principes de Asturias de Comunicación y Humanidades.Kapuscinski nació el 4 de marzo de 1932 en Pinsk, por entonces territorio polaco, al que calificó como “la zona más pobre de Polonia y posiblemente de toda Europa”.
Al estallar la Segunda Guerra Mundial fue ocupado por las tropas soviéticas, obligándolo a huir hacia Polonia central y vivir en una aldea aun más pobre y más analfabeta “donde no había ningún libro”. Recién al finalizar la guerra Kapuscinski pudo hallar de casualidad el primer libro de su vida en el departamento de un amigo.
Decía que no era de la clase de hombres que se habían criado en un cuarto de juegos. Y ejemplificaba que mientras Joyce a los doce años escribía cartas admirables, él a la misma edad corría descalzo y medio desnudo detrás de las vacas sin haber leído un solo libro.
"Durante la guerra, los polacos no podíamos estudiar más que siete años de primaria. Era como vivir en un desierto. Puedo decir que esos diez años más formativos en el ser humano, entre los nueve y diecinueve años, yo los tuve perdidos", recordaba
"Yo podría decir que mis lecturas recomendadas empezaron cuando tenía unos veinticinco años. No fue ése mi caso. Y no porque no quisiera, sino porque no tenía nada, ni siquiera zapatos. Mi educación fue muy atrasada en el sentido de que todo lo empecé muy tarde: comencé a leer muy tarde, a escribir muy tarde, a estudiar muy tarde, y todo por la guerra”, agregaba.
Murió en Varsovia el 23 de enero de 2007.
La Oreja Que Piensa quiere compartir sus reflexiones del buen periodista:
“Para Ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus tragedias. Y convertirse en parte de sus destinos”.
“La fuente principal del buen reportero es la gente. El acierto en la selección de las personas que nos proporcionarán el material para nuestro reportaje dependerá de la intuición, la suerte y de nuestra capacidad de empatía”.
“Sin la ayuda de los otros no se puede escribir un reportaje. Todo reportaje en realidad es el fruto del trabajo de muchos, un trabajo colectivo, y sin un espíritu de colectividad, de cooperación, de buena voluntad, de comprensión recíproca, escribir es imposible”.
“Hay una barrera psicológica que tendrá que superar quien aspire a elaborar un buen reportaje: se trata de hablar con personas que no conocemos, preguntarles cosas sobre las que quizá no tengan deseos de hablar, conseguir buenos testimonios en encuentros que suelen ser breves. Por eso todo dependerá de nuestra actitud hacia el otro. Si nos acercamos a las personas con una actitud cínica o arrogante, con el único objetivo de lograr una exclusiva, reaccionarán de forma negativa y no se abrirán”.
“Las personas a las que preguntamos deben percibir que tenemos un interés auténtico por conocerlos y comprenderlos. Sólo así se sincerarán y nos contarán sus historias”.
“Hace tres años hicimos un documental sobre África con un equipo inglés que por primera vez iba a ese continente. Recorrimos lugares apartados y cuando llegábamos a cualquier sitio llamaban desde sus teléfonos móviles a Londres. Viajaron conmigo tres meses pero, emocional y mentalmente, no estaban en África, todo el tiempo estuvieron en Inglaterra. Sólo hicieron su deber”.
“Ahora se suele criticar a la televisión por transmitir tanta violencia, cuando más cruel ha sido la Biblia: en sus páginas se come a niños, se llama a matar a los enemigos, se queman casas, se sacan los ojos a los hombres. Los dueños de la televisión moderna no han inventado nada nuevo”.
“Para mí es fundamental que un reportero esté entre la gente sobre la cual va, quiere o piensa escribir. La mayoría de la gente en el mundo vive en muy duras y terribles condiciones y si no las compartimos no tenemos derecho, según mi moral y mi filosofía, a escribir”.
“Para mí una de las características del reportero es la empatía, esa habilidad de sentirse inmediatamente como uno de la familia. Compartir los dolores, los problemas, los sufrimientos, las alegrías de la gente, que de inmediato reconocen si él está realmente entre ellos o si es un pasajero que vino, miró alrededor y se fue”.
“La utopía de los poderes de comunicación mundial es que con la actual tecnología se resuelve todo. Yo creo en esos avances tecnológicos, claros e importantes, pero no podemos perder la cabeza ahora, que en los medios de comunicación se ha acelerado nuestra profesión por el manejo de una información inmediata. Claro que una información inmediata hace al mundo muy rápido. Aunque esto no influye en el conjunto serio del periodismo de reportajes, de ensayo, de crónicas. Un periodista talentoso puede escribir todo en un pedazo del periódico, no necesita más que eso”.
"Nuestra profesión no puede ser ejercida correctamente por nadie que sea un cínico. Una cosa es ser escépticos, realistas, prudentes. Esto es absolutamente necesario, de otro modo no se podría hacer periodismo. Algo muy distinto es ser cínicos, una actitud incompatible con la profesión de periodista. El cinismo es una actitud inhumana, que nos aleja automáticamente de nuestro oficio, al menos si uno lo concibe de una forma seria. En mi vida me he encontrado con centenares de grandes, maravillosos periodistas, y en épocas distintas. Ninguno de ellos era un cínico. Al contrario, eran personas que valoraban mucho lo que estaban haciendo, muy serias; en general, personas muy humanas".
"Me sigo considerando periodista. Me gusta este trabajo. Cuando me pongo a escribir no me pregunto si de este intento saldrá un cuento, un ensayo o un reportaje. Sólo pienso en que tengo que crear un texto que se aproxime lo más posible a lo que deseo transmitir".
"Empecé a escribir como poeta. Cuando estaba todavía en el colegio, publiqué algunas poesías. Terminé la escuela a los dieciséis años y al día siguiente empecé a trabajar como periodista. Desde el primer momento descubrí lo fascinante que es esta profesión. Acabábamos de salir de la II Guerra Mundial, Europa estaba destruida, muchos refugiados vagaban de un país a otro, entre la pobreza y las ruinas. Puede parecer patético, pero fue entonces cuando se desarrolló en mí la pasión por describir nuestra pobre existencia humana".
“Nuestra profesión necesita nuevas fuerzas, nuevos puntos de vista, nuevas imaginaciones, porque en los últimos tiempos ha cambiado de una forma espectacular. (...) El periodismo está atravesando una gran revolución electrónica. Las nuevas tecnologías facilitan enormemente nuestro trabajo, pero no ocupan su lugar. Todos los problemas de nuestra profesión, nuestras cualidades, nuestro carácter artesanal, permanecen inalterables. Cualquier descubrimiento o avance técnico pueden, ciertamente, ayudarnos, pero no pueden ocupar el espacio de nuestro trabajo, de nuestra dedicación al mismo, de nuestro estudio, de nuestra exploración y búsqueda.
“En general, los periodistas se dividen en dos grandes categorías. La categoría de los siervos de la gleba y la categoría de los directores. Estos últimos son nuestros patronos, los que dictan las reglas, son los reyes, deciden. Yo nunca he sido director, pero sé que hoy no es necesario ser periodista para estar al frente de los medios de comunicación. (...) La situación comenzó a cambiar en el momento en que el mundo comprendió, no hace mucho tiempo, que la información es un gran negocio (...) con la revolución de la electrónica y de la comunicación, el mundo de los negocios descubre de repente que la verdad no es importante, y que ni siquiera la lucha política es importante: que lo que cuenta, en la información, es el espectáculo”.
“¿Sabemos a quién la historia y la memoria colectiva acabarán definiendo como terrorista y asesino, y a quién como combatiente o incluso héroe? ¿Sabemos lo suficiente de las tragedias vividas por la gente en los lugares más remotos del mundo como para dictar sentencias al por mayor?”
“El primer país que conocí de América Latina fue Chile. Luego viaje por todos los países del continente. Era corresponsal de una agencia de prensa muy pequeña, muy pobre, que no podía tener periodistas en todos los países, entonces yo cubría toda América Latina.”
“¿Cuánto se ha escrito sobre los crímenes de Pinochet en Chile, con sus varios miles de asesinados y desaparecidos? ¿Y cuánto sobre los crímenes perpetrados por los militares guatemaltecos, que exterminaron a 200.000 personas?”
“A todas luces, las public relations de Guatemala dejaban mucho que desear. Hoy, después de 40 años de tiranías anticomunistas, es un país de tierra quemada”.
En la década de los 70, Kapuscinski escribió un libro (todavía no traducido a otras lenguas) que parece clave para comprender su cosmovisión, su sensibilidad social y su empatía como método y actitud. Se titula Cristo con un fusil al hombro. Cristo con un fusil... ¿Cómo suena esta expresión hoy, cuando una figura religiosa con un arma se asocia con el terrorismo?
Kapuscinski está del lado de los protagonistas de sus relatos. Incluso cuando pregunta a unos combatientes palestinos por qué organizan acciones armadas en las que mueren civiles, comprende sus razones. Después del 11 de septiembre de 2001, a hombres así se los suele llamar "terroristas", a todos, al por mayor. Hace años se los llamaba "rebeldes", "partisanos", "guerrilleros"... El rebelde o el guerrillero es alguien que puede tener y esgrimir razones. El terrorista es un asesino que no merece ninguna comprensión. La lengua cambia nuestra percepción del mundo: he aquí una de las primeras lecciones que se sacan de la lectura de Cristo...
(*) Ryszard Kapuściński (Acerca de este sonido /ˈrɨʂart kapuɕˈt͡ɕiɲski/ (?·i), Pinsk (Polonia, actual Bielorrusia), 4 de marzo de 1932 — Varsovia, 23 de enero de 2007) fue un periodista, escritor, ensayista y poeta polaco, famoso por sus narraciones sobre el continente africano.
Algunos de los libros publicados: El Emperador. El Sha. El Imperio. Ebano. Lapidarium. La Guerra del Fútbol. Los cínicos no sirven para este oficio. Un día más con vida. Los cinco sentidos del periodista. El mundo de hoy. Viajes con Heródoto (2006).