Agencia La Oreja Que Piensa. Por Carol Calcagno (*)
Luego de 50 años, Violeta Parra sigue trasmutando, a través de una línea infinita que muestra de distintos modos su increíble talento.
En una entrevista, mientras pintaba, respondió:
-Usted es poeta, usted hace música, usted hace tapicería, usted hace pintura. Si tuviera que escoger, ¿cuál escogería?
-Yo escogería quedarme con la gente
-Pero usted no haría nada más, entonces
-Es que es la gente la que me obliga a hacer todas estas cosas.
El arte nacía de su interior, sin embargo, para Violeta la muerte era una puerta de salida para aquellas penas, las cuales no pudo revertir. Luego de varios intentos de suicidio, y dejando que los gritos se transformen en letras, escribe Décima. Su autobiografía conformada en versos chilenos. En el número 13, Los tiempos se van volando, expresó:
La niña que al tren subió
de cinta blanca en el pelo,
abrigo de terciopelo,
sandalitas de charol,
gentiles, con una flor
la compararon por bella
por su boquita grosella,
sus ojos tan refulgentes.
Mamá emocionadamente
le da mil gracias a ellas.
Más, el destino traidor
le arrebató sin piedad,
por puro gusto nomás,
su bonitura y candor.
De lo que fue aquella flor
no le quedó ni su sombra;
se convirtió en una escombra,
se le asentó la carita,
y hasta su madre se agita
cuando la mira y la nombra.
Con mi abundante inocencia,
poquito a mí se me daba,
mi paire me acariciaba
con su estimable paciencia.
Mi maire, de mucha ciencia,
gracias a Dios por su niña;
cuando me pierdo en la viña
armando mis jugarretas,
yo soy la feliz Violeta:
el viento me desaliña.
Los tiempos se van volando
y van cambiando las cosas:
creció en el trigo melosa,
la siembra fue castigando,
fue la cosecha mermando,
l’esperanza queda trunca.
La gente no sabe nunca
lo que mañana l’espera:
cayéndose l’escalera
de manos se queda zunca.
De nuevo yo solicito
perdón por irme alejando;
lo que les iba explicando
se me refala solito,
el pensamiento infinito
traicióname en cada instante.
No puede ni el más flamante
pasar en indiferencia
si brilla en nuestra conciencia
amor por los semejantes.
El 5 de febrero del año 1967, entrelaza al destino. Y se suicida en la carpa, conocida por La Reina. La Reina era un espacio colectivo de arte popular, ubicado en su Chile natal.
Pero volviendo a la vida, quien le ha dado tanto, vale recordar el centenar de obras a las que Parra dio luz, y movimiento, y eternidad, bajo una formación autodidacta, digna de apreciar.
A los 17 años comenzó a cantar en restaurantes junto a Hilda, su hermana. Más adelante, se trasladó de Chillán a Santiago. Ahí conoce a Luis Cereceda, un gran amor, con quien se casó y formó una familia, que terminó diez años después. Motivo reflejado en obras futuras.
A pesar de la separación y la pena, no permaneció en un mismo lugar, viajó por todo el país. E incluso por el exterior, estuvo en Polonia, en la Unión Soviética y en Francia, logrando enriquecer su cultura.
Ella, también perteneció al movimiento musical de la década del 50, conocido como Nueva Canción Chilena, donde cooperó con la evolución del canto popular. Y en el año 1958 fundó el Museo Nacional del Arte Folclórico Chileno.
Tiempo después, se enamoró del músico suizo Gilbert Favré. Motivo que la inspiró a componer el famoso tema Gracias a la vida. Y recorrió Europa y volvió a instalarse en París. Y en el año 1964 expuso sus pinturas, óleos, arpilleras y esculturas en alambre, en el Museé Des Arts Décoratifs, del Palacio Louvre.
Luego de tanto brillo, volvió a Chile, con esperanzas de armar la carpa de arte popular. Pero los resultados no fueron los esperados. El proyecto fracasó.
Realizó algunas actuaciones de la mano de Favré, pero la relación ya no era la misma. Ella volvió a Chile. Y él permaneció en Bolivia. Meses después, Parra regresó y lo encontró casado con Indiana Reque Terán.
La artista encontró en la oscuridad, un refugio y grabó el disco que culminaría con su carrera, llamado: Últimas composiciones. Confirmando su meditada y solitaria decisión. -
(*) Escritora y periodista.