Agencia La Oreja Que Piensa. Por Luis Blaugen-Ballin (*)
El film está basado en la novela homónima de Anthony Burgess (1962), llevada a la pantalla grande por Stanley Kubrick nueve años luego de su publicación.
Junto con 1984 (George Orwell), Un mundo feliz (Aldous Huxley) y Fahrenheit 451 (Ray Bradbury), integran el grupo de novelas distópicas, que transcurren en una sociedad futura ¿ficticia? indeseable y alienada moralmente, donde la crueldad es ilimitada y vale todo.
Estos autores fueron progresistas, dado que leyéndolas hoy, nos parecen bastante cercanas a la realidad. La trama de este género siempre refleja un estadio social no real, pero que reviste verosimilitud.
“El futuro llegó hace rato” (Indio Solari dixit).
La escena transcurre en un futuro (se deduce esto de la escenografía y el vestuario) con una sociedad excéntrica al mango.
Comienza con el protagonista y sus compinches que son habitués de un bar, donde beben leche mezclada con falopa, la cual los predispone a desnudar una violencia recontra-exacerbada.
Saliendo del establecimiento, se cruzan con un vagabundo borracho al que muelen literalmente a palos. Siempre andan munidos de unas especies de barretas que usan para tal fin.
Luego, pasan por un teatro abandonado, donde está una pandilla rival con una mujer que han desnudado; machacan a trompadas a sus competidores, en una escena envidiable por Tarantino, pero la mujer zafa de ser violada merced al ruido de la sirena policial que se acerca. Escapan.
Pasamos inmediatamente a una toma donde huyen en un vehículo robado, yendo a los recontra-chapazos por la ruta, cambiándose de mano azarosamente, provocando tres accidentes.
Recalan en una mansión, a la que tocan timbre, logrando embaucar a los dueños y entrar; una vez adentro, maniatan al hombre, lo golpean y violan en manada a su mujer ante sus ojos en una sesión de ultraviolencia. Más adelante nos enteraremos que a raíz de la golpiza el tipo quedará inválido y la mujer terminará muriendo en una clínica.
“El boomerang de la maldad puede darse vuelta”.
A Álex, el cabecilla de la banda, le gusta la ópera; estando en el mentado bar, una mujer se pone a cantar y uno de los miembros de la banda se burla, a lo que Álex le encaja un fuerte golpe, haciéndolo quedar como un sometido; esto hará que toda la banda quede con la sangre en el ojo por su liderazgo y los destratos para con sus congéneres, a quienes tiene como especies de “mulos” carcelarios… ya vendrá la venganza.
Al día siguiente, Álex, un joven en edad de trabajar y a quien su madre aún le prepara el desayuno, le dice a ésta que no quiere ir al colegio… continúa en su apoliyo; cuando se levanta, encuentra en su casa al asistente social, pues él ya ha tenido antecedentes y tiene alguien que le vigila.
El hombre, que sospecha que Álex está implicado en los hechos anteriores que han sido de público conocimiento en la prensa, le advierte que terminará mal; Álex no le lleva el apunte para nada… que siga la joda.
Álex se va a una disquería, donde convence de ir a su casa a dos jóvenes (en la novela son niñas). Terminan teniendo sexo los tres, pero en la novela él las droga y emborracha para luego aprovecharse.
Como Álex estuvo ausente del bar por unas noches, sus drugos (amigos) van a buscarlo a su departamento; en el momento que Álex baja, se los topa en la recepción, y ellos lo increpan por qué está desaparecido; otra vez, Álex denigra a sus secuaces propinándole agravios y golpes, inclusive luego, en el camino, le hará un corte al uno de ellos en una mano sólo por placer, humillándolo aún más.
El protagonista propone entonces las paces en el bar y los amigos asienten. Sugieren a Álex ir a robar una mansión que está servida en bandeja, sólo hay una señora indefensa con un montón de gatos, oro y plata.
Se apersonan y Álex le hace el mismo cuento del tío que a la otra pareja, sólo que esta vez, advertida por el noticiero, donde han explicado el modus operandi de la banda, la señora no les abre y da aviso a la policía.
Álex, que desconoce este llamado, entra por una ventana; en una reyerta con la mujer, le golpea la cabeza con una escultura y ella se desvanece. Al verla ensangrentada, escapa.
En la huida, a modo de venganza por los maltratos, sus amigos lo emboscan golpeándolo con una botella al tiempo que se siente la cana aproximándose, quedando él tendido en el suelo.
Termina traicionado por los monstruos que él creó… si andás muy seguido entre caníbales, podés terminar transformándote en la cena. La puñalada trapera que Álex no presintió.
“Una temporada en el infierno” (Arthur Rimbaud).
Álex es encontrado infraganti y detenido por homicidio (la mujer última murió).
Va a para a la cárcel. Fingiendo que le interesa leer la Biblia, se hace amigo del cura porque a él le sirve esa relación.
Si bien le habían dado catorce años, trascurridos dos los presos reciben la visita del ministro del interior. En la visita, Álex dice unas palabras que llaman la atención del funcionario, por lo que Álex es postulado como espécimen de laboratorio, que es lo que él venía persiguiendo para salir de ese antro.
Va pues a una clínica de tratamiento para conmutación de la pena; allí, se pretende condicionarle los reflejos al protagonista, sometiéndolo a una especie de experimento de Pavlov, logrando cambiarle sus reacciones, pero también automatizándolo para que desaparezca su libre albedrío.
Mediante inyecciones y terapia, donde le exhiben en una pantalla la misma crueldad que él perpetraba en los otros, le van suprimiendo la violencia, la cual termina provocándole nauseas.
Pero, la banda de sonido de las proyecciones es la música de Beethoven que él tanto amaba, y ahora su organismo termina aborreciéndola y provocándole las mismas arcadas.
El resultado de este experimento es un ser condicionado, casi mecánico, que detesta el sexo, la violencia y algo tan hermoso como el 4º movimiento de la 9ª de Beethoven, que ha quedado asociado a la barbarie, provocándole estas tres cosas una sensación tan terrible que desea la muerte.
Dada su inminente eximición de pena por su hipotética curación, la cual el cura cuestiona, ya que ahora es bueno no por decisión propia, sino sometido al manejo de su voluntad, nuestro cobayo sale de prisión.
“Para el que vuelve del infierno ya no hay más fantasías, solo quiere un tiempo blando” (Adrián Abonizio).
Aunque ahora libre, tiene el estigma… ya nadie cree en él, ni siquiera sus padres, que han ocupado el espacio del hijo por un inquilino en quien proyectan su amor. No hay hijo pródigo. Abatido, se despide entonces de sus progenitores.
En su derrotero por las calles, se cruza con el anciano linyera que habían apaleado hace años; el viejo lo reconoce, da aviso a sus compañeros de calle, y entre todos empiezan a arrojarle golpes a Álex; irrumpe la yuta, dispersa a los viejos, y cuando
Álex se repone advierte que los agentes son su ex compinche al que él tenía de mulo, que es uno de los culpables de que él fuera a la cárcel, y el otro el capanga de la banda rival.
Los oficiales, al darse cuenta, lo llevan a un lugar alejado y lo golpean. Pasamos de exhibir la violencia de un ciudadano común a mostrar la que practican los esbirros de las fuerzas de choque, incapaces de contener sus pulsiones pues carecen de un cerco moral, encarnando el monopolio de la violencia: el Estado es el único que puede pegarme de manera legal.
Medio abombado por los golpes, Álex, sin advertirlo, desemboca en la puerta de la misma propiedad donde violó a la señora. Lo atiene el acompañante del marido inválido. Al verlo así, se compadecen. El marido no reconoce al agresor, pues en ese momento llevaban caretas, pero sí sabe por la tv que Álex es el preso del experimento.
En determinado momento, estando Álex en la bañera, comienza a cantar Singing in the rain, que era lo que él cantaba mientras golpeaba a este tipo y violaba a su mujer; le hace un click al hombre y se da cuenta que está hospedando a quien fuera su verdugo. Como este tipo detesta al gobierno y se aproximan elecciones, quiere operar políticamente con el caso de Álex, haciéndolo demostrar como un fracaso del Ministro del interior.
Propone a unos amigos suyos utilizarlo como emblema del fracaso de la actual administración.
En esa situación e inocentemente, Alex devela el daño colateral de la terapia de aversión: su padecimiento insoportable ante cierta música y lo vulnerable que ella lo torna. Le dan un somnífero con vino; cuando Álex despierta se ve encerrado en una habitación con la música que ahora detesta al mango. Ésta le provoca la decisión del suicidio, saltando por una ventana.
El plan era desprestigiar el modo de reinserción de los asesinos que ha implementado el gobierno. El intento fracasa y Álex despierta en una clínica, con todos los huesos rotos pero vivo.
“El lugar de la invasión es en la sala, casa por casa” (Acho Manzi).
El film termina con el mismo ministro visitando a Álex en el sanatorio dando un mensaje de solidaridad del gobierno, con todos los medios de prensa en la sala.
Concluye con el protagonista afirmando: "Sin lugar a dudas, me había curado."
Los individuos podemos ser manipulados a conveniencia de gobiernos, sobre todo a través de la tele, que nos baja la ideología de la elite. Desde la comodidad de nuestro sillón, nos hipnotiza el noticioso, donde el ministro nos muestra lo bien que le va al país, o a Alex en su camilla.
No es nada raro, que en pleno s. XXI, gente que trabaja 16 horas diarias termine votando mafiosos, ladrones y verdugos responsables de su vida miserable.
“Los centuriones ya no son el instrumento de poder del imperio: antropólogos y sociólogos los reemplazan”... después le bajan esa ideología a las masas por la tele (otrora fue vía el diario de anteayer), “El noticiero es uno solo que se repite en todos los canales”, evitando vericuetos que podrían cuestionarla y exhibiendo una farsa con tintes de verosimilitud pero que sea sobre todo entendible.
“Si me lo están mostrando por la tele, es porque es verdad”. No hay mucha vuelta. “El control de los gobiernos sobre la gente se hace todo por televisión". Manu Chao. “La tv es el espejo donde se refleja la derrota de nuestro sistema cultural”. Federico Fellini.
Esto luego se reproduce en los demás aparatos ideológicos del Estado, como la escuela (Althusser).
En el capítulo 21 del libro, que, oh casualidad, no está en la edición estadounidense, aparece una imagen sana de Álex, como un sujeto reformado anhelando formar una familia y detestando la ultra violencia. El autor se vio disgustado con Kubrick por omitir esto, no obstante el director había leído la versión que carece de este capítulo.
El libro está inspirado en hechos reales, acaecidos en Londres durante 1944, cuando cuatro soldados estadounidenses robaron y violaron a la mujer de Burgess, la cual estaba embarazada y sufrió un aborto por el hecho trágico de un cinismo que espanta.
No obstante esto, el autor siguió defendiendo la redención a la que todo criminal, según él creía, debía ser posibilitado, al tiempo que desnuda cómo el hombre es un ser social en el que gravita el entorno.
Probablemente el escritor imaginó que ése nivel de brutalidad extrema sería el futuro de la especie.
“Creo poder asegurar que de cien personas hay noventa que son lo que son, buenas o malas, útiles o inútiles a la sociedad, debido a la educación que han recibido”. John Locke.
(*) Comunicador social.