Agencia La Oreja Que Piensa. Por Juan Bautista Baillinou. (*)
Todos los días a las ocho de la mañana, la voz infantil del canillita gritaba su diario y unas monedas más caían en su bolsillo.
Una mañana de invierno llegó más tarde. Uno de sus clientes, un hombre de pantuflas y robe de chambre, le dijo con dureza en la mirada:
- ¿Estas son horas de cumplir con su trabajo…?
-Estoy enfermo, señor- contestó el muchachito.
-Claro, siempre desabrigado, como para no tener tos -respondió el hombre de las pantuflas.
El niño se retiró cabizbajo, como con culpa, y siguió con su grito y con su tos.
Pasó una semana y el canillita no apareció.
El hombre de las pantuflas se vistió malhumorado, se abrigó con grueso sobretodo, se puso los guantes y la bufanda y compró el diario en el quiosco de la vuelta, diciendo:
-A partir de mañana me reserva un diario, porque con la falta de responsabilidad de esta juventud de hoy, nada se puede esperar...
El viento arrastró un diario viejo que se fue aleteando. Un gorrión mojado chilló desde una cornisa…
(*) Periodista y locutor profesional. Además, es historiador, escritor, poeta y artista plástico. Cuento publicado en “La espuela”, 1998, editorial Argenta Sarlep S. A.