Agencia La Oreja Que Piensa. Marzo 2012. (Por Alejandro Zárate Bladés)
Nada nuevo bajo el sol. Desde que el presidente venezolano Hugo Chávez anunciara su enfermedad, han aparecido “informes confidenciales” de todo tipo y emitidos por una inabarcable cantidad de “fuentes” que aseguran, con un ahínco digno de mejor empeño, que tiene definitivamente perdida su batalla contra el cáncer.
La última de estas “informaciones”, proviene del médico venezolano José Rafael Marquina, afincado en Florida, Estados Unidos, y quien dice tener acceso a los informes (confidenciales, por supuesto) del equipo médico que trata al mandatario en Cuba.
Las declaraciones se repiten de inmediato en el mundo entero. Las realiza, eso sí, en una entrevista a El Nuevo Herald, de Miami, buque insignia de la comunidad anticastrista afincada en Estados Unidos; y se desperdigan por medios tan celosamente conservadores como ABC de España y la cadena Univisión, entre muchos otros de la misma catadura.
Marquina, especialista en medicina pulmonar y en sueño (que no oncólogo, por cierto), no duda en dar por muerto a Chávez en un brevísimo plazo. Máximo un año, asegura el médico, casi como quien da una dádiva de mala gana.
Aconseja, por el contrario, que mejor “pase sus últimos días con su familia” y, por si fuera poco, determina que no se le debió operar al ser una causa perdida.
Para Marquina, dicha intervención quirúrgica se explica porque, según él, en Cuba, los médicos no tienen independencia en el ejercicio de su profesión y tienen que seguir las instrucciones “del régimen autoritario de la Isla”.
Tantas perlas para un collar tan barato, digo yo.
En un instante, al leer tales declaraciones, me asaltan de inmediato muchas preguntas. ¿Puede un médico, éticamente, emitir juicios tan definitivos sobre una especialidad ajena a la suya (repito, Marquina no es oncólogo)?
¿Los mismos médicos cubanos que, supuestamente, comparten con Marquina el informe confidencial sobre la salud de Chávez, sufren también esa falta de “independencia profesional” que, asegura el galeno, padecen todos los médicos en Cuba? Si es así ¿qué valor puede tener esa información que filtran?
Se ahondan mis interrogantes: ¿no dice acaso el Juramento Hipocrático “todo lo que vea y oiga en el ejercicio de mi profesión, y todo lo que supiere acerca de la vida de alguien, si es cosa que no debe ser divulgada, lo callaré y lo guardaré con secreto inviolable”?
¿Es que acaso Marquina no habla como médico, es decir, desde “el ejercicio de su profesión”? ¿Es que acaso Marquina no habla acerca “de la vida de alguien” (Chávez), al hacer estas declaraciones?
¿Es que acaso “confidencial” no significa “que no debe ser divulgado”? Voy más lejos.
El “Juramento de Fidelidad Profesional”, de la Asociación Médica Mundial, adoptado en sus asambleas generales de Ginebra (1948) y Sydney (1968), compromete a sus miembros, entre otras cosas, a: “guardar y respetar los secretos a mí confiados, aun después de fallecido mi paciente.
” Y también a: “no permitir que consideraciones de credo político o religioso, nacionalidad, raza, partido político o posición social se interpongan entre mis deberes profesionales y mi paciente.
” No faltará, sin duda, quien argumente que Marquina no es el médico de cabecera del presidente Chávez y que, por tanto, éste no es “su” paciente.
Sin embargo, el Código Internacional de Ética Médica, adoptado y enmendado por la misma Asociación Médica Mundial antes referida, en 1949, 1968 y 1983, señala que: “El médico debe respetar los derechos del paciente, de sus colegas y de otros profesionales de la salud, así como salvaguardar las confidencias de los pacientes.
” Y lo que es más importante aún, en el caso que nos ocupa: “El médico debe certificar únicamente lo que él ha verificado personalmente” y “El médico debe, aun después de la muerte de un paciente, preservar absoluto secreto en todo lo que se le haya confiado.”
Como se puede ver, este Código de Ética no diferencia la “propiedad” del paciente, es decir, si es de uno u otro médico, sino que compromete el sigilo de todos los médicos que tomen conocimiento del caso del paciente.
Más claro, agua.
Cuando Marquina lanza tan temerarias y funestas declaraciones sobre la salud del presidente venezolano, rompe con todos los preceptos médicos que he señalado.
Aún sin nombrarlos, mi moral me hace aborrecer de tales declaraciones y escandalizar al saber que provienen de un médico.
La identidad del paciente, me sale sobrando.
Así como sale sobrando, si Marquina está en lo correcto o tiene que tragarse sus palabras en un futuro.
Finalmente, más allá del actuar de este médico en concreto, como ciudadano me pregunto también qué asidero ético tiene reproducir este tipo de información.
¿Constituye una buena praxis periodística reproducir declaraciones de esta clase? ¿Qué contrastación de fuentes hay en una “noticia” así?
También reproducir cables de agencias conlleva responsabilidades. Al que le toque el guante que se lo chante…