Agencia La Oreja Que Piensa.
Soy Flora Casale, Profesora de Arte en Teatro y actriz; puedo decirlo porque sé quién soy.
Se cumplen 45 años del Golpe Militar. Es raro, muy raro, yo no existía, pero lo recuerdo. En el colegio cada año conmemoramos esta fecha, reconocemos el genocidio, el valor del “Nunca Más”, los 30000 desaparecidos, los niños apropiados que aún se buscan, la tortura, el exilio, la clandestinidad, el horror, la tragedia.
Todo eso está, sin lugar a dudas, clavado en la memoria, como dice León Gieco, pero en mi caso, también reside en mi alma, y esto se lo debo a mi profesión de actriz.
Apenas tenía 16 años cuando comencé a trabajar en el movimiento conocido como “Teatro por la identidad”.
En una ocasión representé la historia de una joven que buscaba a su hermano desaparecido. Se trataba de un monólogo titulado: “Instrucciones para un coleccionista de mariposas”.
Todos eran relatos verídicos, desoladores, la oportunidad en la que muchas víctimas directas de la represión encontraban la posibilidad de hacer públicas sus trágicas situaciones de vida a causa de la represión a la que habían sido sometidas.
En esas ficciones se abrían espacios de reflexión y la escena cobraba un sentido vital. La frase con la que iniciaba mi texto era: “No me tengo que olvidar, no me tengo que olvidar…”. Es así que el teatro replicó y resignificó la importancia de mantener viva la memoria, la conciencia colectiva, la verdad y la justicia frente a semejante tragedia.
El testimonio que quiero manifestar en este escrito representa una de las experiencias más extraordinarias que me ocurrieron en el transcurso de mi carrera como actriz.
Hace más de diez años presenté ese monólogo en la ciudad de Capilla del Monte. Entre los espectadores había un joven que sintió una gran emoción e inquietud. Aquella escena sacudió fuertemente su alma y lo arrojó a una indagación interna sobre su propia identidad. Tiempo después pudo afrontar su búsqueda.
Hace pocos meses tuve una llamada telefónica en la que él mismo me relató su historia. Ese joven es el nieto recuperado número 130. Su nombre es Javier Matías Darroux Mijalchuk y puede decirlo porque sabe quién es.