Agencia La Oreja Que Piensa. Por Nicolás Rosengaus (*)
Al recibir la invitación de este medio para que escriba algo sobre porque no debemos olvidar este 24 de marzo, se me cruzaron varias imágenes.
En principio, creo que todo lo que puede decirse sobre la dictadura y la violencia ejercida es trillado. Lo escuchamos en la radio, lo vemos en la TV, lo charlamos entre militantes y con nuestros familiares.
Sin embargo, si une recorre las redes sociales, sobretodo los grupos barriales de compra venta, se encuentra que aún, 45 años después del golpe y con tanta agua que corrió bajo el puente, aún se hace necesario remarcar que la violencia ejercida por el estado nunca podrá ser igualada con cualquier otra violencia.
Que las torturas, las desapariciones, el robo de bebés, no pueden ser la metodología con la que el estado juzgue.
Pareciera que todos los avances que sucedieron a la derogación de las leyes de impunidad, como el juzgamiento de los genocidas, la inclusión de la temática en los diseños curriculares de todos los niveles educativos, la reconversión de los centros clandestinos de detención en espacios de promoción de derechos humanos, han sido en vano.
Que aún ese discurso de los dos demonios que ideó Ernesto Sábato en el prólogo del “Nunca más”, sigue vigente. Por supuesto que ese discurso que se repite hasta el cansancio en las redes sociales y también en la calle, no sale de la nada. Hay una gran cantidad de periodistas en los medios hegemónicos, que lo repiten, lo instalan, lo sostienen.
Que hay dirigentes políticos que van a la televisión a decir, de manera libre, que en realidad no son 30.000, sino 9.000, como si el hecho de reducir el número pudiera reducir el horror.
Lo paradójico de todo este proceso, es que aquelles que repiten este discurso, no pertenecen a los grupos económicos que aumentaron su patrimonio entre 1976 y 1983; no son parte de las 1000 familias que heredaron tierras después de la campaña del desierto y que pusieron y sostuvieron a los dictadores para que nadie se pregunte sobre lo genuino de esta herencia; no fueron beneficiados por el presidente del banco central en 1982, Domingo Cavallo, que estatizó la deuda de los privados, aumentando exponencialmente la deuda externa del estado argentino.
No.
Son trabajadores y trabajadoras, que han sido perjudicados por la política económica que instaló Martínez de Hoz de desindustrialización, favorable al FMI y a los grupos financieros.
Que han pagado con sus impuestos la deuda que los Macri, los Fortabat, Los Noble, etc, sacaron durante esos años para vaya a saber qué.
Esa es la batalla que ganó la dictadura cívico militar en Argentina. La de meterse en el sentido común, para que hoy, a 45 años del golpe, muches trabajadores sigan defendiendo a quienes robaron bebés, torturaron a niños y violaron embarazadas, para así instalar la dictadura del mercado financiero (aún vigente), que aumentó la desocupación, y la pobreza.
Es nuestra tarea, seguir recordando cada 24 de marzo y cada día, no solo la violencia con la que actuaron los genocidas, sino el objetivo por el cual ejercieron dicha violencia: instalar un sistema económico donde los ricos sean cada vez más ricos y lxs pobres, cada más pobres.
(*) Educador Popular, músico y militante político