Agencia La Oreja Que Piensa. Desde Suiza. Por Sergio Ferrari.
Con emoción, pero sin grandes sorpresas… Los pronósticos previos no se equivocaron y las urnas clarificaron la cancha política en una Francia atravesada por su propia crisis interna en una Europa que no vive su mejor momento de las últimas décadas.
De once candidatos presidenciales presentes en el primer turno del domingo 23 de abril, según los sondeos previos cuatro tenían posibilidades de pasar a la segunda vuelta. De esos cuatro, el centrista Emmanuel Macron (En Marcha) y la ultraderechista Marie Le Pen (Frente Nacional) van a la final en dos semanas. De uno de esos dos, saldrá el nuevo presidente de Francia que reemplazará a François Hollande.
Las grandes derrotadas en este tercer domingo de abril fueron las hasta ahora dos fuerzas principales, bastiones de la vida política nacional de la 5ta República. Los socialistas, que de la presidencia caen a menos el 7 % de los votos. Y los Republicanos, que, de principal aspirante a suceder a Hollande, se acerca apenas a los 19%, como consecuencia principal del escándalo de corrupción que marcó a su candidato François Fillon y del cual no pudo despegarse.
Sorprendente el resultado de la izquierda-de la izquierda encabezada por Jean-Luc Mélenchon, candidato de la Francia Insumisa. Capitaliza un quinto del electorado francés y sanciona con su discurso redistributivo, eco-socialista y solidario, las ambigüedades ideológicas de la actual gestión socialdemócrata.
A dos semanas de la final del 7 de mayo, - y pocas horas después del cierre de las urnas en la primera vuelta-, pareciera que ya se perfila un ganador. Si las promesas de voto de los dirigentes socialistas y republicanos se corresponden en las urnas en dos semanas, Emmanuel Macron llegará al ejecutivo. El argumento principal del discurso de ambos partidos es ponerle un freno a las propuestas ultranacionalistas y xenofóbicas del Frente Nacional.
Macron, nacido políticamente en las entrañas del socialismo francés, ex – ministro del actual Gobierno, apostó en su reacomodo conceptual a un viraje hacia posturas de centro y “pragmáticas”. Con un discurso volátil, cuando no blando o light, apuesta a recrear una nueva mayoría.
El partido de ida parece haberle dado la razón. La segunda vuelta podría ratificarlo. Lo que no significa, sin embargo, que por ganar este campeonato de abril-mayo 2017 tiene asegurada la supremacía en las próximas competiciones. Por ahora dirige un equipo nuevo, sin trayectoria, carente de una hinchada propia hegemónica y jugando en el terreno barroso de una Francia hoy dividida en cuatro tribunas políticas, sin contar con el patrimonio de la popular.