Agencia La Oreja Que Piensa. Por Luis baugen-ballin (*)
Lorenzo Quinteros fue actor de teatro, cine, tv y director teatral, destacándose su laburo como maestro de la actuación en el Teatro San Martín y en la Escuela Municipal de Arte Dramático, entre otras.
En Hombre mirando al sudeste, de Eliseo Subiela (1986, con Pedro Aznar encargado de la banda de sonido), encarna al psicólogo Julio Denis. La historia trascurre en torno a un psiquiátrico donde irrumpe un tipo misterioso llamado Rantés (el fallecido Hugo Soto) del que nadie sabe cómo apareció ahí.
Aduce venir de otro planeta, con una misión que consiste en juntar información sobre la peor de las armas terrestres: la estupidez humana. Su objetivo puntual es estudiar nuestro cerebro. Si bien Denis se muestra escéptico, los conocimientos que maneja Rantés lo desconciertan. Buscan minuciosamente antecedentes suyos, pero el tipo no aparece en ningún registro.
Una vez establecida cierta relación con el profesional, Rantés le exhibe de manera chocante lo patética que es su vida. Julio es un tipo divorciado, solitario, del laburo a casa y de casa al laburo. Su única afición es tocar el saxo a oscuras en su sillón; probablemente haya un mensaje subliminal ahí: la música de entreguerras, el jazz de la beat generation, la generación vencida, que rechazara los valores de la cultura occidental.
Volviendo al psiquiátrico: los internos ven en Rantés a una especie de profeta, y están todos cautivados con su personalidad, él les está dando algo que la medicina tradicional no, desata un fervor tal que no paran de seguirlo.
Suele pararse por horas mirando al sudeste, es decir, mirando al punto del continente donde está nuestro país, que es a donde deberíamos proyectar nuestra mirada, como una vez dijera Facundo Cabral: "Los mexicanos descienden de los aztecas, los peruanos de los incas y los argentinos de los barcos… no hay nada más argentino que no ser argentino… los jóvenes se quieren sentir norteamericanos, los viejos se creen europeos, ¿cómo querés que funcione un país donde nadie está en su lugar???"
En determinado momento, durante una salida y al ver una orquesta, Rantés sube al escenario y se apropia de la batuta; los músicos tocan el 4º movimiento de la 9ª sinfonía de Beethoven, conocido popularmente como La canción de la alegría. Los espectadores estallan, y, al unísono (da a entender que hay una conexión telepática entre Rantés y los internos), esa euforia es replicada en el psiquiátrico.
Se apersona la cana para detener a este loco mientras dirige, y el director los frena con un gesto; parece que su carácter de artista lo capacita de advertir lo que los esbirros no verán jamás. No puedo evitar recordar el caso Gaspar de Elsa Bornemann cuando los cobanis lo detienen.
Además, Rantés facilita la relación de su Doctor con Beatriz, otra misteriosa mujer, de la cual el psiquiatra terminará enamorándose.
Al ver la intelligentzia medicista que Rantés se les sale del paradigma de la ciencia, más las notas de tapa de los diarios que levantaron lo sucedido anoche, recurrirán a la peor de las terapias, por catalogarlo de peligroso: el director, con una bandera (el nacionalismo) y un crucifijo (la religión) detrás, cita a Denis a su oficina para increparlo por dejar salir al paciente; la autoridad le echa en cara que si lo hubiera llevado a un desfile militar, el diario hubiera titulado “Demente ordena ataque militar”, a lo que el psiquiatra responde “Eso ya pasó, y no creo que fuera culpa de Rantés”. Quien quiera entender, que entienda.
“Hay torturadores que aman a Beethoven, quieren a sus hijos, van a misa: el hombre se permite eso” Rantés.
Terminan planchándolo con Alopidol. Comienza a cambiarle el carácter: indignado, le lleva un día la comida que le dan a ellos para que la coma el director. Ya sin fuerzas, cual el Cirineo un compañero lo carga en espaldas rumbo a su Gólgota. Lo pichicatean y atan a la cama, mostrándolo exclamando, cual un Jesucristo, “Doctor, doctor, por qué me abandona”.
Mientras el Doctor mira una filmación casera de su pasado feliz junto a sus hijos, lo llama Beatriz. Se ven y terminan haciendo el amor. Cuando ella le revela ser de la misma naturaleza que Rantés, Denis la echa violentamente de su departamento.
Electroshock y más tortura, Rantés muere asesinado. De algún modo, aunque se opusiera en un principio, Julio terminó asintiendo, cual un Pilatos (así se autorreconoce), las prácticas que le dieran muerte a su paciente. Hay una culpa ahí. Esta parte desnuda la tortura aplicada legalmente por parte del Estado.
Su cuerpo inerte va rumbo a la facultad a ser diseccionado. Los enfermos, no creen en la muerte de Rantés y confían en que regresará a liberarlos. La reminiscencia bíblica es insoslayable.
Termina la película con el hallazgo de parte de Denis de una foto cortada, donde están Rantés junto a Beatriz, quedando la intriga de quién era el que estaba en la otra parte de la imagen. Lo carcome la cuota de responsabilidad en esa muerte injusta y el haber dejado escapar el amor.
Fin.
Si tuviera que nombrar todas las producciones de las cuales Lorenzo participó, tanto como actor como director, sería quizás muy extenso a los fines de este artículo.
No obstante, aporto una película que ha pasado inadvertida dentro de la filmografía de Lorenzo Quinteros: entre todas las joyas que protagonizó, integró el elenco de La Tierra Roja (Argentina-Brasil-Bélgica, 2016), un film de Diego Martínez Vignatti, con Geert Van Rampelberg, Eugenia Ramírez Miori, Enrique Piñeyro y nuestro recordado eterno amigo Fabián “Amaranto” Tomasi.
Lorenzo Quinteros encarna a Maidana. La producción toca de lleno el tema de los agrotóxicos en el sistema rural argentino, con el 68% de la superficie cultivable atestada de soja transgénica. Un montón de gente que sabía esto se hacían todos literalmente los desentendidos cuando se estrenó este film de manera silenciosa. Véalo: La Tierra Roja… pásesela luego a otros... "sienta la satisfacción moral de un acto de libertad".
Sobre quien personificara a Rantés.
Para quienes no lo sepan, Hugo Soto, hoy cubierto injustamente con el manto del olvido, fue también artista plástico… tuvo una muerte prematura: el SIDA, o quienes lo fabricaron, acabaron con él… continúa vivo en su obra.
(*) Comunicador social