Agencia La Oreja Que Piensa. Argentina 2011 (Por Marcelo Pacheco, 1994) (*)
“Juanito Laguna es un chico de ‘las afueras’ de no importa qué gran ciudad; sin embargo, este personaje está situado, para mí, precisamente en el cinturón de Río de Janeiro o de Buenos Aires”, declaraba Antonio Berni en 1967.
Unos años después, escribía sobre Ramona Montiel: “Es un personaje de arrabal, como surgido de una letra de tango; algo así como Milonguita. Ella es el símbolo de otra realidad social también cargada de miseria, como es Juanito, pero no tanto en el plano material”.
Juanito Laguna y Ramona Montiel, dos personajes que a partir de los años 60 comenzaron a tomar protagonismo en los trabajos de Berni, fueron también popularmente conocidos y provocaron, inclusive, que músicos como Gustavo Leguizamón, César Isella, Horacio Ferrer, Atahualpa Yupanqui y Astor Piazzolla, entre otros, hicieran temas inspirados en ellos.
A partir de los años 60, las historias de Juanito Laguna y Ramona Montiel van desplegándose en la producción de Antonio Berni entre collages, óleos, grabados, esculturas, assemblages e instalaciones.
Venecia, Paris, Roma, Ottawa, Nueva Cork, Berlín, Cracovia, México, Caracas, Santiago y Tokio fueron algunas de las ciudades del mundo a las que llegaron Juanito y Ramona, dentro de la serie de exposiciones de las que participó el artista durante los últimos veinte años de su vida.
A fines de 1958, Berni decidió bautizar a su changuito de Santiago del Estero, convertido ahora en niño de la villa miseria del Gran Buenos Aires. Desde entonces comenzaron una biografía y una historia: Juanito Laguna se impuso en la figuración narrativa del pintor.
La marginalidad y la miseria adquirieron un rostro y un nombre. El mundo de Juanito Laguna es el mundo de una niñez donde existen los juegos, el trabajo, el hambre, la familia, la Navidad, el barrilete, la siesta, las fábricas, las casillas de madera, los astronautas, la bomba atómica.
Todos los desperdicios de una sociedad industrial y de la gran ciudad van construyendo su mundo y su figura: chatarra, maderas quemadas, latas, plásticos, trapos, restos de juguetes, cartones, diarios, ropa desechada.
Todas las cosas transformadas en basura y acumuladas en los alrededores de las villas miserias fueron recolectadas por Berni para ser transformadas en el material de sus cuadros.
El artista presiona sobre el oficio clásico del pintor extremando la violencia en lo explícito de los materiales utilizados: la pobreza no se metaforiza en el óleo ni se representa, sino que se expone al espectador en la evidencia de sus assemblages y collages, que van adquiriendo, con los años, cada vez mayor brutalidad, y los mismo ocurre con sus xilograbados.
La exuberancia de los desperdicios organiza un relato muchas veces de apariencia caótica, desorden que agrega mayor tensión a la narración y al sentido último del ciclo.
Berni no representa ni busca la denuncia en la anécdota, sino que entrecruza material y orden formal con tema y acción; así, sus Juanitos inquietan a una sociedad que, sin embargo, debe convivir con ellos: imágenes y materiales populares para ingresar en las grandes colecciones públicas y privadas.
A mediados de los 70, Berni reflexionaba que “Si bien (Juanito) es un arquetipo del Gran Buenos Aires, podría también ser un arquetipo de todos los niños, de todos los changos, de las ciudades de Latinoamérica.
Podría ser de Santiago de Chile, de Lima, de Río de Janeiro, de Caracas…”.
Ramona Montiel acompaña con su historia a Juanito. A través de ella Berni despliega todo ese otro mundo de la miseria y de la explotación en la sociedad contemporánea: la prostitución, el poder, el sexo, la hipocresía.
A la niñez de Juanito se agrega la vida adulta de una prostituta amante de clérigos, coroneles, aristócratas, marinos y burgueses; costurera, prostituta, obrera, bataclana, pupila, amante y bailarina, Ramona aparece en el cabaret, en España, en la Panamericana, en su casamiento, haciendo striptease o con una adivina.
Desde la Ramona adolescente hasta la Ramona vieja y sola en su intimidad, nuevamente collages y grabados, e incluso algunas esculturas, van narrando un destino y sus desencuentros.
Los materiales de descarte, otra vez transmutados, se acumulan sobre las superficies de telas, papeles y maderas.
En un texto, Berni explicaba: “La mutación de los objetos en los cuadros con el tema de Ramona es distinto, en cuanto a color y materia, a la operada en el ciclo de Juanito.
Las cedas chillonas, las pasamanerías y el oropel forman la parte principal del decorado sofisticado de Ramona, que solo pueda gozar transitoriamente de ese lujo imitativo de las vanidades del gran mundo”.
El desecho popular de los Juanitos ahora se transforma en el kitsch ahondado del “buen gusto” del gran mundo porteño. Berni vuelve a irritar a sus espectadores. En los Juanitos, la pobreza de una villa miseria; en las Ramonas, el sexo en las miserias de una sociedad moralista e hipócrita.
Los personajes creados por el pintor adquirieron tal grado de impacto en el gran público que rápidamente se popularizaron. Especialmente Juanito Laguna, que adquirió el peso de una figura casi mítica en el imaginario argentino.
El ciclo de canciones que puso letra y música a la historia de Juanito y sus sucesivas grabaciones por intérpretes populares, desde los años 70, son un claro ejemplo de éste fenómeno provocado por la figuración narrativa creada por Berni.
Tangos, zambas, milongas, canciones y huellas fueron creados por Gustavo Cuchi Leguizamón y Manuel J. Castilla, César Isella, Eduardo Falú, Jaime Dávalos, Atahualpa Yupanqui, Horacio Ferrer y Astor Piazzolla entre otros, y grabados por ejemplo, por Jorge Cafrune, Amelita Baltar y Mercedes Sosa.
En 1988 Miguel Briante escribía: “El nombre de Antonio Berni no termina de instalarse –y por más que él haya muerto en 1981 y ‘ya non xoda’- en la galería de ‘de los grandes maestros argentinos’ alquilados en las antologías mentales del ‘buen gusto oficial’.
Una buena parte de los estetas de living que todavía sigue caminando con fortuna en los sinuosos pantanos de las artes visuales les sigue reprochando ser un artista social”.
(*)Revista La Maga, miércoles 23 de febrero 1994.