Agencia La Oreja Que Piensa. Por Sergio Ferrari, desde Ginebra (ONU) y Berna.
La inercia puede ser tan fatal como las hambrunas. Y si la pandemia anticipa nubarrones antisociales cada vez más oscuros, la búsqueda de alternativas se vuelve una necesidad imperiosa. Los organismos internacionales promueven iniciativas. La juventud ambientalista, gana las calles.
En una sociedad global cada vez más urbana, la lucha contra el hambre y el mejoramiento nutritivo en ciudades y periferias se vuelve un objetivo central.
Para los movimientos ambientalistas suizos que el lunes 21 y martes 22 de septiembre ocuparon la Plaza Federal de Berna –frente a la sede del gobierno-, y que volvieron a la carga movilizándose el viernes 25 todas las iniciativas pueden ser insuficientes si no se reduce la actual tendencia climática.
Lo que está en juego es la Tierra misma, enfatizan. La emergencia climática exige medidas drásticas, inmediatas y a corto plazo. El hambre y todos los otros problemas derivados, van de la mano de un calentamiento global irreversible y suicida, resultado del actual sistema hegemónico mundial, sostienen. La pandemia no esclarece el escenario, sino que lo complica.
Más alimentos
Un centenar de centros urbanos serán escenario en los próximos tres años de una iniciativa promovida por la FAO que acaba de ser anunciada en la tercera semana se septiembre. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura busca integrar a 15 metrópolis, 40 ciudades intermedias y 45 pequeñas en un proyecto al que considera “innovador, global y coordinado”.
El mismo, se impulsará en, al menos, 15 naciones. De la lista provisoria todavía a confirmar, seis son de América Latina y el Caribe: Colombia, Ecuador, Perú, Cuba, Haití y Jamaica. El resto de África, Asia y Oceanía (http://www.fao.org/3/cb0848en/cb0848en.pdf)
Un paso previo lo había dado ya la FAO cuando presentó en 2014 el Informe “Ciudades más verdes en América Latina y el Caribe”. Incluía en ese rango, por entones, a La Habana, Ciudad de México, Antigua y Barbuda, Tegucigalpa, Managua, Quito, El Alto, Lima, Belo Horizonte y Rosario de Santa Fe.
La actual Iniciativa “Ciudades Verdes” 2020 se propone mejorar los medios de existencia de ese centenar de polos demográficos. La perspectiva: extender esta propuesta a mil centros urbanos hasta el 2030. Busca mejorar el entorno urbano, afianzar los vínculos entre el mundo rural y el mundo citadino y reforzar la resiliencia de los sistemas, servicios y poblaciones ante las perturbaciones externas. En el trasfondo del proyecto, se visualiza “la contribución potencial de las ciudades a la reducción de los efectos de la pandemia del COVID-19, sobre la salud, la seguridad alimentaria de las personas y la mitigación de los efectos del cambio climático”, señala la FAO.
La propuesta intenta también garantizar el “acceso a un entorno saludable y a dietas adecuadas provenientes de alimentos sostenibles”. Y proyecta la creación de una “red de ciudades verdes”, con la idea de asegurar el intercambio de experiencias sobre las mejores prácticas, éxitos y lecciones, así como promover la cooperación entre las mismas.
En concreto, la Iniciativa (http://www.fao.org/3/cb0848en/cb0848en.pdf) analiza los aportes de la FAO a cada uno de los tipos de casos. Para las ciudades metropolitanas (capitales o muy pobladas), que desempeñan un papel crucial en el crecimiento y la riqueza nacional, se propone aportar tecnologías innovativas verdes para la alimentación, para la infraestructura ecológica, para mejorar los sistemas de distribución de alimentos, así como para la gestión de residuos de alimentos y agua.
En cuanto a las ciudades intermedias, aportará al equilibrio entre entornos verdes y saludables y la productividad, a la producción de alimentos locales. Así como a las conexiones entre productores y mercados locales, centros de alimentos de elaboración agrícola innovadores, empleos verdes, mercados y economía circular.
Para las ciudades pequeñas, que se caracterizan en particular por la disponibilidad de tierras, el acento será puesto en el potencial de dietas más saludables y la proximidad e interacciones cercanas a la fuente de producción de los alimentos. Propone centrarse en la gobernanza de los territorios, la innovación y las tecnologías verdes, infraestructuras y sistemas alimentarios, centros de elaboración de productos agrícolas mejorados y vínculos urbano-rurales.
Traduciendo los conceptos en imágenes, el informe de la FAO finaliza presentando una serie de ejemplos que ya se están implementando desde algunos años. En América Latina, destaca un gran huerto colectivo en la Plaza de la Revolución, Cuba. Reivindica la esencia ambientalista de Curitiba en Brasil. Ilustra la producción agrícola urbana y periurbana de Caracas, en Venezuela. Señala con curiosidad la experiencia de cultivos en contenedores en el techo del Instituto de la Juventud del Distrito Federal en Miguel Hidalgo.
El “Sur”, crecimiento explosivo
En un anterior estudio sobre el mismo tema publicado en el 2014, la FAO señalaba que las ciudades en los países en desarrollo crecen a una escala sin precedente. Si hacia inicios del siglo un 40 % de la población del mundo en desarrollo vivía en centros urbanos, apenas en 10 años creció en más de 500 millones de personas, lo que equivaldría a la instalación de casi cinco nuevas ciudades de Beijing (de cerca de 22 millones de habitantes en 2018) cada 12 meses. Anticipaba entonces que esa cifra podría representar en el 2025, 3.500 millones de personas.
Si en Europa y América del Norte la urbanización tomó siglos, “estimulada por la industrialización y el aumento constante de los ingresos per cápita, en el mundo en desarrollo se producirá en el lapso de dos o tres generaciones”, subrayaba el informe. En cuanto a las causas de ese crecimiento, en muchos países en desarrollo, no está ligado a opciones laborales o económicas, sino fundamentalmente a las altas tasas de natalidad y a la inmigración interna masiva proveniente del campo, escapando del hambre, la pobreza y la inseguridad.
Para 2025, la población urbana de los países menos avanzados de Asia crecerá de 90 millones a 150 millones, según proyecciones, y se prevé que Dhaka se convierta en la quinta ciudad más grande del mundo, con 21 millones de habitantes.
Esta tendencia se ha denominado «la nueva bomba demográfica» y constituye una pesadilla para la gobernabilidad. Con ciudades que se desbordan, degradadas y empobrecidas, y saturadas por una población numerosa y vulnerable de personas socialmente excluidas, jóvenes y sin empleo, enfatizaba dicho informe elaborado hace seis años.
Mundo citadino
La hipótesis de base que impulsa la iniciativa recientemente anunciada por la FAO en el marco de la 75 sesión de la Asamblea General de la ONU, es la cada vez mayor concentración demográfica. Las proyecciones indican que, dentro de 30 años, casi el 70% de la población mundial se concentrará en el medio urbano. Y no menos del 70% de los suministros totales de alimentos serán consumidos por sus habitantes.
Esa tendencia de concentración y la acelerada urbanización implican cambios nutricionales. Así como una mayor demanda de bienes y servicios básicos. Según la FAO, a los gobiernos locales cada vez le cuesta más dar respuestas a las demandas de ciudades y zonas periféricas. Lo que se ve agravado por el COVID-19 que ha producido trastornos de los sistemas alimenticios, pérdida de empleos, inestabilidad del trabajo informal, inseguridad alimentaria…Todos factores que conspiran, esencialmente, contra los sectores socialmente más vulnerables.
La urgencia climática
Centenares de jóvenes militantes ambientalistas ocuparon en la madrugada del lunes 21 de septiembre la Plaza Federal de Berna, lugar simbólico de las grandes movilizaciones político-sociales del país.
Bajo la consigna “De pie por el clima”, diversas organizaciones (Huelga del Clima, Extintion Rebellion etc.), con métodos masivos y no-violentos, respetando la disposición del porte de barbijos, anunciaron que la ocupación duraría cinco días. Justo en un momento clave en que, a pocos metros, en la sede del Parlamento nacional, los diputados deberían discutir a mitad de semana la nueva ley de protección del clima.
El mundo político y mediático suizo vivió un verdadero terremoto ante ese paisaje particular de una Plaza Federal ocupada durante la actividad parlamentaria a pesar de la prohibición explícita de manifestaciones en ese lugar durante las sesiones.
Luego de dos días, en la madrugada del miércoles 23 de septiembre, los ocupantes fueron desalojados por la policía. No se resignaron, y con fuerte presencia, se volvieron a convocar en la misma capital el viernes 25. La lucha por la Tierra no admite desmayos, parecen expresar.
Habían, así, reforzado un debate que cada día se inserta con mayor fuerza en la sociedad suiza y europea: el de la urgencia climática. La Tierra, al borde de sus fuerzas, amenaza derrumbarse. El clima pega gritos. La tarea es intentar salvarla hoy, no mañana. Única forma, al decir de los movimientos juveniles resistentes, de asegurar no solo la lucha contra el hambre sino la sobrevivencia misma del planeta. Guiñando así, indirectamente, un ojo a la FAO y sus iniciativas. Todo será insuficiente para paliar las hambrunas sino se cambia el paradigma de modelo económico hegemónico. En torno al clima, el debate de sociedad aparece ya al rojo vivo.