Agencia La Oreja Que Piensa. Por Luis Blaugen-Ballin (*)
Don Francisco... conozca su historia.
Corría el año 1932; Francisco tenía casi 8 años (había nacido el 4-10-1925), y junto a su padre, Pedro Alejandrino Mariscal, y su madre, Evangelista Reinaga, toba (hoy es preferible emplear el autoetnónimo qom), trabajaban en lo de un gran latifundista-oligarca-señor feudal de la región chaqueña, devenidos sus descendientes en megasojeros durante el boom de la forrajera, actualmente todo en propiedad de una transnacional.
Los hermanos de Francisco (una hermana y un hermano) vivían en el barrio Tierras Nuevas, Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), con sus abuelos.
Pedro, se desempeñaba como curtidor, confeccionando suelas, y Evangelista como cocinera en el predio, y el pequeño Francisquito, era explotado aserrando madera en el propio monte: las labores “in situ” consistían en tumbar los árboles, hacer “un burro” (caballete) y comenzar a cortar.
Como la gente, tanto en esos lugares como en los ingenios, tabacales, algodonales, yerbatales, era tratada bajo régimen de cuasi-esclavitud, solían fugarse porque no les pagaban y les propinaban latigazos cotidianamente, entre otros padeceres.
Un día sueltan a los padres con el pretexto para que se escapen, y cuando salen corriendo, esbirros parapoliciales montados les pegan por la espalda, a sus progenitores y a otros dos más, arrojándolos luego en una fosa común; entonces el niño, vestido sólo con una piel de oveja, decide emprender la fuga de ese infierno junto a tres paraguayos. A las 4 AM y luego de correr un km, escapan por el único portillo que tenía el campo de concentración, un predio circunvalado por pinches por donde se lo mire.
Los paraguayos huyen hacia el naciente, camino a la frontera con su país, Francisco hacia el poniente, para el lado de Salta; en determinado momento se esconde en un matorral, cuando pasa un vehículo con tres “milicos” que lo advierten; percatados éstos de la situación, lo esconden y ayudan a huir de ese espanto.
Un capitán le da una mano y lo lleva para el ejército; casi un año estuvo ahí, y lo sacaban con permiso para ejercer tareas de un constructor de viviendas, Moncho Parra, al tiempo que éste último ve su destreza y lo conchaba para la constructora, dándole alojamiento...
Antes del primer gobierno de Perón, Francisco se traslada por trabajo a la provincia de Buenos Aires, a la planta de Loma Negra de Barker (Benito Juárez).
Actualmente vive en Tandil. Guarda 94 años de una aflicción atroz que agobia.
Los esbozos de esta historia me los contó en mi primer viaje a la comunidad tehuelche Günün a künnä del Neuquén “Lucero-Pichina:u”; los detalles, años luego, en una conversación teñida de llanto y dolor.
En el momento en que lo conocí, había nacido su primer tataranieto.
Hoy a la mañana nos vimos luego de un tendal de años.
Un abrazo desde aquí, querido Francisco. “Es difícil destruir a un hombre, casi tan difícil como crearlo” (Primo Levi).
(*) Comunicador social