Agencia La Oreja Que Piensa. Por Juan Carlos Camaño (*)
Vera sabía llegar antes a todas las citas para hablar de Cuba, de Martí, de Fidel, de las luchas emancipadoras de nuestros pueblos, de periodismo, de la globalización y del pasado, el presente y el futuro, en homenaje permanente a la continuidad histórica.
Después del café –que disfrutáramos en la galería exterior del Costillar de Rocinante, hotel de la UPEC- o en su casa, un lugar fraternal y acogedor, Vera, el querido y respetado Ernesto Vera, no dejaba ningún tema en suspenso, discutía con pasión, sugiriendo líneas de acción e invitando a pensar y repensar.
La Revolución Cubana lo tuvo entre sus hacedores desde el comienzo, en las buenas y en las malas, en los momentos de auge y cuando arreciaban las adversidades, haciéndose cargo cada día de la tarea de construir, cuidar y potenciar esa extraordinaria obra que el pueblo cubano, con Fidel en lo más alto, sembró como ejemplo de lucha por la independencia, la soberanía y el triunfo de los explotados sobre los explotadores.
Ernesto fue artífice -con su sabiduría, su ética, su dignidad, sus enseñanzas y su esfuerzo físico en sus últimos años de vida-, de semejante construcción ideológica, política y social en Cuba, prolongada en solidaridades internacionalistas a otros pueblos, otros continentes. Soldado, militante, trabajador incansable en jornadas sin horarios y muchas veces sin descanso. Ernesto, ejemplo, vivió como pensaba.
Daba clases en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. Cientos de jóvenes –y no tan jóvenes-, provenientes de casi todos los países de Latinoamérica y el Caribe, de África, de Asia, de Estados Unidos, de Europa, aprendieron a admirarlo y se formaron en el ejercicio del periodismo entendiendo el significado del contexto y la dialéctica. Muchas y muchos jóvenes vivieron con Ernesto Vera la experiencia de entrar en contradicción con las “recetas” filosóficas, políticas, económicas e ideológicas propias de las enseñanzas derivadas del “sentido común” dominante.
En México, donde vivió algunos años junto a su compañera Fifi, dirigió el Centro Regional de la Organización Internacional de Periodistas, OIP, y en su vivienda, convertida en escenario de debates políticos y punto de encuentros organizativos, mujeres y hombres de distintos lugares del mundo renovaban, una y otra vez, sus compromisos en defensa de la humanidad y de los explotados. Periodistas, historiadores, escritores, sindicalistas, artistas, compartieron horas de fructíferas discusiones que promovieron y apuntalaron la unidad y la acción de no pocos luchadores durante décadas.
A un año de su muerte, sus propias palabras nos lo recuerdan: “La crisis ética generada por la genocida política neoliberal mundializada alcanza gravedad mayor en el campo de las ideas, lo que da fundamento o razón de ser a este tiempo amargo de grandes tecnologías de inmediata difusión universal al servicio de la desinformación e incomunicación.
Si hace medio siglo (en referencia a la fecha que fuera fundada la FELAP, año 1976) hubo la advertencia de las amenazas y se avizoró cómo enfrentarlas en nuestra función profesional y organizativa, la FELAP triunfante de hoy está en el deber de continuar y fortalecer el rumbo certero de no ceder jamás en los principios que la fundaron, mientras actualiza mejor sus formas de lucha”.
(*) Juan Carlos Camaño
Periodista. Presidente de la FELAP. (Federación Latinoamericana de Periodistas)