Agencia La Oreja Que Piensa. Por Ana Villarreal. (*) www.revistanoctiluca.com.ar
Hacía dudar al equilibrio, porque así aconsejaba en su poesía a los profetas. Sentado en un viejo carromato, en Argamasilla de Alba, una comarca de casi cuatrocientos kilómetros cuadrados, en la región de La Mancha, Javier Villafañe reporteó, por segunda vez, a su inseparable Maese Trotamundos, a escasa distancia de donde Miguel de Cervantes, en presidio, sostienen que escribió El Quijote.
Las definiciones del muñeco, en espejo literario con su progenitor, pasó a convertirse en una maravillosa pieza con pinceladas autobiográficas. Es que en la vida artística de Maese Trotamundos, desde que pronunció sus primeras palabras, “respetable público”, se pueden descubrir pasiones e interrogantes filosóficos de uno de los más talentosos creadores del siglo pasado en teatro de títeres, poesía y narraciones para grandes y chicos.
“Me pongo el teatro que camina -dijo cierta vez el maestro Villafañe- y que consiste en una falda alrededor de un aro, el sombrero, un bastón y una caja colgada al cuello y voy de aquí para allá unido al títere llamado Maese Trotamundos”.
Y eso ocurrió desde 1933, cuando cobró vida Maese, precisamente el 26 de junio. “Nació pálido -definió Javier Villafañe- delgado con una cabellera larga, un sombrero aludo, una corbata voladora, una camisa de hilo, pañuelo del titiritero, una amplia capa negra y una sonrisa fría, hacia abajo. La boca, la sonrisa fueron modeladas con una lima de uñas que olvidó en el departamento de un poeta la señora de un profesor de lógica”.
Desde aquel año, los dos emprendieron la gran gira en una carreta tirada por caballos, que antes había sido un carro hielero, llamada La Andariega. Entonces, se les había unido el poeta Juan Pedro Ramos coautor con Villafañe de obras como El Figón del palillero. “La Andariega –contó Villafañe- lleva un teatro de títeres y la música de un organito. Con Juan Pedro Ramos hicimos un pequeño tinglado, unas docenas de muñecos y dejamos un día la ciudad para irnos de pueblo en pueblo”.
Los tripulantes de la carreta pretendían entonces “monedas para el pan de la yegua y el vino nuestro de cada día”. Y fueron muchos los artistas plásticos que imprimieron su sello a las necesidades escenográficas de La Andariega. Entre ellos se destacan Juan Carlos Castagnino, Antonio Berni, Raúl Soldi y Emilio Pettoruti.
El espíritu trashumante llevó al maestro Villafañe a compartir su arte por caminos de América, Africa y Europa. Siguió los pasos de Don Quijote por los territorios de La Mancha y no se privó de visitar ciudades y pueblos de la Unión Soviética y de China.
Le gustaba decir con firmeza “soy comunista” y no quería que lo llamen titiritero, “llámenme observador, -sugirió alguna vez- deberíamos saber que mirando y escuchando es como se puede vivir mejor”.
Él mismo se encargó de contar que muchas veces había puesto en práctica un plan bastante efectivo para enfrentar a la muerte. Decía que para ahuyentarla era preciso gritarle bien fuerte todos los proyectos que uno tenía. Y aunque el viento de los calendarios haya abrazado en un destino común al maestro Javier Villafañe y a su criatura Maese Trotamundos, hasta ahora, como al final de la función, la última palabra es un secreto que necesitará siempre ser robada a los silencios.
La obra
Los que siguen son algunos de los títulos de los trabajos de Javier Villafañe, quien obtuvo varios reconocimientos por su producción literaria. Pocos días antes de su muerte, a principios de 1996, fue galardonado por Casa de las Américas con el Gallo de La Habana por su aporte a las artes escénicas.
Tiempo de cantar
El figón del palillero (con Juan Pedro Ramos)
Títeres de La Andariega
Coplas, poemas y canciones
El gallo Pinto
La maleta
Historia de pájaros
De puerta en puerta
Los sueños del sapo
Don Juan, el zorro
Atá el hilo y empezá de nuevo
Circulen caballeros, circulen
El guardaparaguas
La jaula
Los cuentos que me contaron (recopilación de cuentos hechos por niños)
Maese Trotamundos por los caminos de Don Quijote
La vuelta al mundo
Cuentos y títeres