Agencia La Oreja Que Piensa. Argentina 2011. (Por Juan Chaneton)
La discriminación hace a la esencia de la cultura capitalista y constituye una conducta enraizada en la estructura económica de dicha sociedad.
Esto último significa que tiene su origen en un hecho económico: la separación del productor y su producto (alienación), el cual producto queda, como plusvalor, en propiedad del dueño de los medios de producción.
Quien reúne la doble calidad de productor y desposeído de lo que produjo, es ya, antes que nada, un sujeto discriminado, esto es, un hombre concreto que vive su cotidianeidad despojado de derechos, de lo esencial de sus derechos.La discriminación, así entendida, ha ido solidificándose como prejuicio e, incluso, como valor, es decir, como ideología.
La relación capital-trabajo, así como la conocemos, implica el delito, presupone el robo, legitima la arbitrariedad. Este es el máximum de injusto; y sobre él se erige el edificio social.
Y para este injusto no hay punición. Y si es impune lo más, es impune lo menos.
Que determinados sujetos y grupos, por expresar determinadas pertenencias o por profesar un culto, integrar una etnia o género, o por ocupar precisos espacios sociales sean objeto de una consideración disvaliosa por parte de “la otra parte” de la sociedad, deviene conducta “natural” y sentido común percibido como tal por el medio social en general.
Digresión
Los diarios viejos tienen ese qué sé yo… A veces hacen las delicias de la rata de biblioteca o, más bien, de hemeroteca.
Amarillentos, silenciosos, perfectamente inútiles en apariencia, quebradizos, debiluchos, enfermizos, cubiertos de polvo no apto para alergias ni rinitis… pero también, muchas veces, fuente irrefutable y sabia, con esa sabiduría medio chusma del dato cuasi olvidado que deja al protagonista de la noticia vieja en un orsay tan evidente que es como para sacarle la tarjeta roja.
Fin de la digresión
Es lo que ocurre con un periodista que solía, cuando era joven, manejar como pocos la urdimbre de sofismas en qué consiste la ideología de la dominación.
Este periodista se refería a “esa capa de negros educados” que existe hoy -según él- en los EE.UU.
El recurso retórico le permitía manipular la lógica formal, con pitagórica precisión, para arribar a un racismo de cuello blanco que -implícitamente- proponía estas premisas:
a) hay una capa de negros educados;
b) Fulano pertenece a esa capa;
c) Fulano es educado;
d) todos los negros que no son Fulano ni pertenecen a esa capa no son educados.
Una perla, Mariano. Y eso que eras joven en esa época. Como cuando te cortabas el pelo en la peluquería El Trébol, de Pueyrredón y Guido.
Bueno… No tanto. La perlita en cuestión data del 20 de noviembre de 1991, La Nación, por supuesto. Ah…! Página 10, domingo.